Las bacterias comunes de laboratorio se han convertido en basureros capaces de buscar y destruir el herbicida conocido como atrazina, un contaminante ambiental que puede ser peligroso para la vida salvaje. La clave para la transformación reside en la combinación de un interruptor sintético que permite a las bacterias perseguir el componente químico, así como un gen tomado de otra especie de bacterias para descomponer la atrazina.Algunas bacterias salvajes han desarrollado la capacidad de metabolizar la atrazina. Mediante el uso de un método perteneciente al campo de la biología sintética, un equipo de la Universidad Emory en Atlanta acaba de dotar a una cepa sintética de E. coli con la capacidad de cazar a la atrazina y metabolizarla.
"Una ribollave es un trozo de ARN que se une a una pequeña molécula y cambia de forma al hacerlo, lo que conduce a un cambio en la expresión génica", explica Gallivan. Su grupo utilizó un novedoso proceso de selección para sintetizar y desarrollar una ribollave nueva desde cero en el laboratorio. Al acoplar la ribollave a un gen que controle el movimiento se permite que las bacterias se muevan hacia la atrazina más cercana.
La ribollave también tiene que ser capaz de cambiar de forma de tal manera que sólo permita que la proteína se mueva cuando está presente la atrazina. El equipo de Gallivan fusionó las secuencias capaces de unirse a la atrazina con otra gran selección de secuencias de ARN al azar. Cada una de ellas era una candidata potencial para cambiar de forma de manera correcta. A continuación colocaron todo sobre la bacteria E. coli, y comprobaron qué bacterias mostraban la capacidad de moverse cuando la atrazina estaba presente.
Para el paso final, el equipo también dotó a las bacterias portadoras de interruptores con un gen degradador de la atrazina procedente de especies de bacterias diferentes. Las bacterias resultantes demostraron su comportamiento de búsqueda y destrucción mediante la formación de anillos en placas de Petri cubiertas con atrazina a medida que avanzaban hacia la atrazina y la eliminaban de la placa.
John Simon, perteneciente a firma consultora internacional WSP Environment & Energy, afirma que incluso con una mayor sensibilidad, "probablemente la mayor aplicación de este método de remedio biológico contra la atrazina sería en aquellos lugares donde se fabrica el componente químico o se gestiona de forma concentrada—porque de lo contrario el área es tan extensa que sería difícil llevarlo a cabo a nivel económico".
Víctor de Lorenzo, desde el Laboratorio de Microbiología Ambiental Molecular en Madrid, comparte esta preocupación, aunque cree que el uso de biología sintética para equipar a los organismos modificados genéticamente con funciones específicas y altamente controladas es una buena manera de abordar las cuestiones de seguridad. "Es una demostración increíblemente interesante sobre cómo se pueden reestructurar y reprogramar eficazmente las bacterias para hacer que se comporten de la forma que deseemos", señala.
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